Una Ciencia con Alma - Magda Farré
«Han vivido conmigo excelentes poetas; vivieron antes que yo otros más excelentes aún, y detrás de mí los habrá también. Pero me enorgullezco de ser en mi siglo el único que conoce la verdad en la difícil ciencia del color» Conversaciones con Goethe. Eckermann, J.P.
Los estudios de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) sobre el color siguen suscitando controversia. En 1704 Isaac Newton había publicado su investigación cromática en su “Tratado de Óptica”. Consideraba que la luz blanca estaba formada por colores que se definen en función de su longitud de onda.
Goethe se resistió a aceptar la teoría cromática de Newton sobre el color y la refracción, por considerarla errónea. Ante la afirmación de que los colores eran una cuestión de la luz y que se producían por descomposición de la misma, contrapone que no están contenidos en la luz, sino que la oscuridad, en su relación con la luz, tiene un papel activo en la manifestación del color.
Tras estas dos afirmaciones discrepantes hallamos dos maneras muy distintas de mirar la realidad y de abordar la investigación científica.
En Newton, cuya teoría del color surge de la “carambola” por mejorar la técnica óptica, hallamos un fiel representante de la física mecanicista, inaugurada por Galileo. El propósito del padre de la ciencia moderna era traducir el objeto de estudio a términos medibles. El pensamiento cuantitativo quiere matematizar la experiencia para que la naturaleza pueda ser manipulada.
Goethe concibe la investigación de manera distinta. La entiende como una “visión de ideas”. Para el poeta alemán, idea y experiencia constituyen -por así decirlo- dos caras de una misma moneda. Entiende que arrancar al objeto de estudio de su contexto, para experimentar con él; o bien, considerarlo únicamente en su dimensión cuantitativa, no es la forma de avanzar hacia un verdadero conocimiento, hacia un conocimiento integral de la realidad. Con esta mirada se aproxima Goethe al estudio del color, en los términos en que lo experimentamos surgiendo de la Naturaleza. Nos dice: “El poniente es espléndidamente rojo y no queda reducido a la absorción, ni a la dispersión diferencial”. Explora los fenómenos cromáticos identificándose íntimamente con ellos. Penetra en el mundo en el que se nos revela el color, lo observa sin expectativas, ni prejuicios. Los percibe como realmente son y entonces le desvelan su secreto.
En la época de Goethe, la visión mecanicista experimental del mundo se asentaba con firmeza entre la comunidad científica y con ella se colocaban los cimientos del empirismo reduccionista que iba a determinar la forma de observar y entender el mundo de hoy. Un mundo en el que la observación abstracta y los experimentos aislados constituyen la piedra angular de las ciencias naturales sobre las que se asienta nuestra sociedad tecnológica moderna.
Goethe, quien define a su método como “empirismo moderado”, consideraba que el dogma cuantitativo-objetivo, al que debía someterse cualquier investigación para acreditarse el adjetivo de científica, era tan solo una manera de interpretar el mundo. Su espíritu artístico desarrolló otro método de investigación desafiando la hegemonía de la ciencia floreciente la cual, en aras de obtener un verdadero conocimiento, destierra la dimensión subjetiva con la consiguiente pérdida de la dimensión profunda de la realidad. El autor del “Fausto”, reflexiona que en el ser humano se halla el instrumento más poderoso y exacto de toda investigación pues, a través de sus sentidos y de su alma, se revela lo que subyace en el mundo, la dimensión arquetípica que dota de sentido a la manifestación sensible del fenómeno.
El método de investigación de Goethe nos ofrece una superación práctica de las limitaciones de la conciencia en el camino del saber. Con su trabajo plantó la semilla del tipo de conocimiento que el ser humano requiere para que, en el momento de la civilización actual, siga siendo dueño de su existencia.
Magda Farré. Psicóloga y Arteterapeuta